Con sus místicas rocas suspendidas en el techo y la correntada aguas cristalinas que pasan por sus faldas, las Cuevas de Se’tzol se convierte en una atracción natural llenas de enigmas. Para la cultura Q’eqchi’ es un lugar de peregrinación, una especie de santuario sagrado, que gracias a ello hay agua, alimentación, aire, vida y cosmovisión.
A tan solo tres kilómetros de San Fernando Chahal, en la comunidad de Se’tzol y San José Chiyu, en Alta Verapaz, se encuentra las Cuevas de Se’tzol, un paradisiaco natural de formaciones rocosas verticales.
Gracias a la precipitación de minerales que se van disolviendo en el agua, los relieves kársticos pueden alcanzar hasta de diez toneladas de espesor.
El lugar es tan perfecto que se pueden apreciar aguas vírgenes de color verde-azul, porque nacen entre las montañas, y grandes concentraciones de rocas suspendidas en el techo, que le da a la cueva el típico olor azufre, combinado con incienso.
Las Cuevas de Se’tzol, su nombre en español significa “en fila”, debido a que están dentro de tres majestuosas montañas que se encuentran una detrás de otra.
Para los habitantes este espacio es un lugar de adoración donde se logra tener contacto con el inframundo; con aquellos seres queridos que han partido del mundo terrenal.
La expedición, en ese sitio oscuro y húmedo, puede durar aproximadamente 2 horas, por lo que es necesario la compañía de un guía comunitario que hará que te conectes con la espiritualidad maya.
“Es tan natural, que cualquiera que visite y haga el recorrido a las Cuevas se llevará una gran impresión. Es un espacio para relajarse y recrearse”, explicó Oscar Icó, uno de los habitantes de San Fernando Chahal.
Las Cuevas de Se’tzol es una ventana para practicar la espeleología y el estudio de la cavidad.